El huracán que amenazó con arrasar La Ciudadela dejó un mensaje para todos. Los socios, y no sólo los de San Martín, deben entender que ellos son los verdaderos dueños de los clubes. Los dirigentes tienen que aceptar que son meros administradores y que se deben a aquellos que mensualmente cumplen con sus obligaciones.
Los "santos" aprendieron la lección. Ahora prometen que nunca más esperarán tocar fondo para reaccionar. Entendieron que la única manera de frenar los atropellos es participando y controlando las acciones de los que fueron elegidos.
Sin violencia, utilizando las herramientas legales y con el estatuto de la entidad bajo el brazo, todo se puede conseguir. Desde un cambio de autoridades, pasando por el arreglo de las instalaciones, hasta el reclamo para que funcionen los baños de una tribuna. Todo vale y sirve si es que se participa activamente. El silencio y la indiferencia es el peor de los enemigos. Tucumán lo acaba de comprobar.
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