lunes, 30 de enero de 2012

Murió Reynoso


No nació en esta provincia, pero su nombre quedó grabado en la historia del fútbol tucumano y por eso a más de uno se le piantará un lagrimón al enterarse de su partida. El corazón del catamarqueño Guillermo César Reynoso dijo basta el sábado, pero su legado vivirá por siempre en la memoria de los que lo vieron jugar o dirigir a un equipo.
El "Pucho", como era conocido en el ambiente, se formó en Atlético Independiente de la liga catamarqueña. En 1956 llegó a Tucumán para, en principio, ponerse la camiseta de Central Norte, pero terminó jugando en San Martín. En La Ciudadela demostró que era un número cinco de exquisito toque y enorme calidad técnica.
Como era de esperarse, Reynoso terminó emigrando al fútbol grande. Jugó varias temporadas en San Lorenzo y fue uno de los titulares indiscutidos del equipo que logró el título en 1959. Luego pasó por Racing de Avellaneda. Lució varias veces la camiseta de la Selección, pero no tuvo la dicha de jugar un Mundial. También fue uno de los tantos argentinos que fueron a probar suerte en Colombia, donde se retiró a los 37 años y hoy ocupa el noveno puesto del ranking de los mejores futbolistas extranjeros que pasaron por América de Cali.
Justamente fue en el país cafetero donde comenzó a dar sus primeros pasos como técnico. Logró varios éxitos, pero el más grande fue, dirigiendo a América, se transformó en el primer entrenador en clasificar a un equipo de ese país a la Copa Libertadores.
La experiencia que cosechó le sirvieron para triunfar en Ecuador y dirigir a San Martín -en varias oportunidades- y a Atlético en la tierra que lo adoptó. También condujo a Concepción Fútbol Club y a Atlético Concepción.
El "Pucho" también se caracterizó por ser un detector de talentos. El hallazgo más importante fue el de Sergio Galván Rey. Rechazado por "santos" y "decanos", el concepcionense se transformó en el máximo goleador de la historia del fútbol colombiano. Reynoso fue sepultado ayer, pero su manera de ver al deporte, seguirán más vigentes que nunca.

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